El multimillonario, que junto a su hermano uso su fortuna para promover el extremismo conservador, fallece por un cáncer a los 79 años
Los Koch son una familia de industriales de Wichita, Kansas, que heredaron una compañía de petróleo fundada por el patriarca en los años 20 del siglo pasado. Charles y David Koch convirtieron Koch Industries en una multinacional presente en 60 países que ha ido ampliando su negocio a químicos, papel o tecnología. Hoy es una de las compañías no cotizadas más grandes de Estados Unidos (la más grande, según algunos cálculos) con unos ingresos de 110.000 millones al año. Charles ejercía como presidente ejecutivo y David como vicepresidente.
Los hermanos Koch siempre mantuvieron sus raíces en Kansas y siempre fueron libertarios. Es la rama de la derecha estadounidense que cree en una interpretación estricta del término libertad consagrado en la Constitución y considera opresiva y perniciosa cualquier tipo de autoridad pública, lo que deriva en una furiosa oposición a la intervención del Gobierno, especialmente el federal y por supuesto a los impuestos.
La primera incursión de David Koch en política fue en 1980, cuando se presentó a vicepresidente dentro de una candidatura libertaria a la derecha de Ronald Reagan. Su plataforma abogaba por abolir los impuestos directos sobre la renta, las leyes de salario mínimo, las agencias gubernamentales de regulación, el programa de pensiones de la Seguridad Social, el FBI y la CIA.
La fortuna de David Koch se calcula en más de 50.000 millones de dólares, según Forbes . Está en el puesto 11 de los hombres más ricos del mundo empatado con su hermano Charles. La fortuna combinada de los dos supera la de Jeff Bezos, el hombre más rico del mundo.
Pero de todo lo que hizo con su dinero, Estados Unidos lo conoce por intentar básicamente comprar elecciones para la derecha de Estados Unidos. La actividad política de los Koch saltó al primer plano cuando en 2012 declararon la guerra ideológica abierta al presidente Barack Obama y se conjuraron para que no lograra la reelección. En aquella campaña, Charles Koch declaró que la elección era una batalla “a vida o muerte por este país” y convocó conferencias de donantes para batir a Obama. Lo hicieron a través de un grupo llamado Americans for Prosperity, que habían fundado en 2004 para canalizar sus donaciones políticas. El grupo tenía tanto dinero que su apoyo público a un candidato prácticamente era definitivo. En 2010, Americans for Prosperity fue decisivo en el ascenso del Tea Party, el ala libertaria del Partido Republicano, y en la victoria que puso el Congreso en sus manos.
Los Koch gastaron alrededor de 400 millones de dólares en las elecciones de 2012 y fracasaron. Pero fue el principio de una operación política todavía más grande en las legislativas de 2014. La maquinaria para recoger donaciones de una red de 300 donantes conservadores había quedado establecida para asaltar la Casa Blanca en 2016. Durante aquella precampaña, los hermanos Koch se comprometieron a gastar más de 900 millones de dólares en conseguir que un republicano llegara a la Casa Blanca. Volvieron a fallar.
Los Koch organizaron varias convocatorias de candidatos en Kansas de las que salieron como favoritos Jeb Bush, Scott Walker y Marco Rubio. Un bufón de la televisión llamado Donald Trump presentó una candidatura imposible en 2015, sin apenas financiación, y tiró al traste todos los planes de los Koch. Cuando resultó evidente que Trump había ganado a todo el establishment republicano, y ante la evidencia de que era imposible ya que los republicanos ganaran las elecciones con semejante candidato, los hermanos Koch concentraron sus esfuerzos en ganar elecciones concretas al Congreso.
A través de esta actividad, los Koch acabaron simbolizando la influencia corrupta del dinero en política. Esa actividad se cuenta con detalle en el libro Dark money , de Jane Mayer, y en el documental Citizen Koch .
Camibio climático:
EE UU no avanza decididamente por una senda sostenible debido en buena parte a los lobbies del petróleo y gas, los cuales, para defender sus intereses, invierten en torno a 100 millones de dólares anuales en donaciones al Partido Republicano -destinatario del 88% de esas contribuciones- y al Demócrata -que recibe el 12% restante-. Las compañías petroleras distribuyen los huevos en distintas canastas, aunque sus preferencias son nítidas.
Se trata de empresas que no sólo quieren recuperar las inversiones ya efectuadas en activos relacionados con el petróleo -y por eso niegan el problema y se oponen a todo lo que sea reducir las emisiones de CO2- sino que siguen invirtiendo en esos sectores contaminantes como si no hubiera razón alguna para cambiar el “business as usual”.
Las empresas que aportan el grueso de esos fondos son: Koch Industries -las de los hermanos Koch, principales financiadores de la campaña de Trump-, Chevron Corp., Exxon Mobil, ConocoPhillips, Royal Dutch Shell, Occidental Petroleum, PB, American Petroleum Institute, Marathon Petroleum y Phillips 66, todas ellas con aportes superiores al millón de dólares al año; unos pagos, inevitable mencionarlo, que se han multiplicado en esta década, justo la de mayor conciencia ecológica. ¿Alguna duda sobre si estas compañías han tenido que ver con la decisión de Trump de retirarse del Acuerdo de París? Así que, así están las cosas al otro lado del Atlántico.
David Koch deja viuda y tres hijos.