Fase de grupos. Grupo LINCE
Condición: El relato debe de transcurrir íntegramente en una cocina.
El ABC de los atracos
Alba se asomó al patio interior, mirando en todas direcciones.
—Cierra la ventana, no queremos que nos vean.
—Pues eso estoy comprobando, Carlos, si había alguien cotilleando.
Borja entró en la cocina con los demás tras cerrar la puerta del piso con llave, cerrojo y cadenita. Se paró a examinar el jamón en el jamonero. Carlos, mucho menos calmado, no tuvo más paciencia.
—¿Qué hacemos ahora? El segurata me habrá reconocido.
—De la forma en la que le has abierto la cabeza al pobre, me sorprendería si puede volver a hablar —dijo socarronamente Alba.
—¿Y yo qué sabía que iba a hacerse el héroe? Si se escaquea siempre que puede para ir a tomarse una caña al bar de enfrente.
—Lo que yo sí sé es que estamos con un follón importante y el cabrón este se está comiendo tu jamón.
—A ver —atajó Borja—. No ganamos nada poniéndonos nerviosos. Y qué coño. Está bastante bueno.
—No me vengas con polladas. Hemos atracado la agencia en la que trabajo y seguro que estoy en la lista de sospechosos.
—Bueno, eso siempre, con tu historial…
—¡Cállate, Alba! Joder, ¿es que nadie se lo va a tomar en serio?
—Yo estoy con Borja: el problema lo tenemos igual. Y también tengo hambre.
Alba cogió una nectarina del frutero, un cuchillo del taco de la encimera, y se puso a comer.
—Veamos —recapituló Borja—. Tenemos en el maletero del coche los novecientos mil euros en efectivo del pago del IMSERSO del mes de agosto. Nos da para un chalé en la sierra a cada uno. Lo único que tenemos que hacer es esperar a que amaine el temporal.
—Para algo ha tenido que servir la preparación —relató Alba—. Zapatos más grandes y con plataformas, varias capas de ropa, máscaras, guantes, tres cambios de coche para cruzar Madrid…
—Exacto. Pasamos desapercibidos unos meses y entonces lentamente vamos ingresando el dinero.
—Es fácil para vosotros —añadió un abatido Carlos—. Yo vuelvo a la agencia en cuanto se me acaben las vacaciones.
—Si quieres guardo tu parte —se burló la joven—. Así, si te pillan por matar al de Prosegur, no se pierde tu dinero.
Carlos fue hacia la esquina en la que estaba Alba, pero Borja puso en medio de ellos el cuchillo jamonero.
—Venga, vamos a llevarnos bien. Carlos, puedes pedir la baja por ansiedad un tiempo.
La propuesta pareció gustarle. Se quedó pensativo unos instantes, y finalmente asintió desde una esquina.
—Me parece una buena idea. Pero esta es una bocazas. No me creo que no se vaya a ir de la lengua.
La chica se limpió la boca con el dorso de la mano y miró con cara de malos amigos a Carlos.
—En dos semanas me voy un semestre de Erasmus, ya lo conté, pero estarías distraído mirándome las tetas.
—Alba —medió Borja—. Sí, ella pasará desapercibida una buena temporada. Y yo ya sabes que vivo y trabajo aislado en el monte. Nadie se va a ir de la lengua.
—Bien. Pues hagamos el reparto y no volvamos a vernos más —dijo Carlos.
—Sí. En cuanto a eso… Quiero un porcentaje mayor por la planificación y los materiales —añadió Borja—. La lanza térmica me costó un ojo de la cara.
—No, no, no, no. La lanza la podemos pagar entre todos —propuso Carlos—, pero no te vas a llevar un pellizco mayor por preparar nada.
—Te sigo recordando que tú el lunes que viene tienes que ir a fichar en la agencia, no te sale a cuenta discutir.
—Y por eso la atracamos, que la información la pasé yo. Si quieres escatima a la idiota esta, pero a mí no.
—Uo uo uo. Los coches los conseguí yo, si no pueden relacionar sus matrículas con nosotros es gracias a mí. Merezco mi parte como los demás, y a quien tenga un problema le corto como si fuese una nectarina.
A Carlos no le hizo ninguna gracia tener a un atracador con un cuchillo jamonero a su izquierda y a una atracadora con un cuchillo de cocina a su derecha, pero tampoco le gustó verse relegado al rincón de la amasadora, sin más herramientas a mano para defenderse que un rodillo de cocina.
—A ver, a ver. Se está yendo de madre esto. Pensemos.
—Déjalo ya, Borja, que esto no es La Casa de Papel y tú no eres el puto Profesor —añadió mosqueada Alba.
—¿Pero —exclamó Carlos—, de qué hablas tú ahora?
—Que esto es solo un mexican standoff en La Latina, lo cual ahora que me doy cuenta me parece perfectamente apropiado —dijo riéndose.
—¿Quieres dejar de decir gilipolleces, cría de mierda?
—Para gilipollas el tío que se trae un rodillo de amasar a un duelo a muerte con cuchillos —remató Alba riéndose cada vez más fuerte.
—Te está provocando para quitarte de en medio. No piques.
—No, no —dijo Alba ofendida—. El que ha empezado a exigir más del reparto eres tú, el más interesado en que nos matemos eres tú. Si tengo que pinchar a alguien, quizás sea a ti.
Carlos no sabía si dejarse llevar por la rabia o por la avaricia. Alba no tenía claro si quería defenderse de una agresión o proteger su dinero. Borja aparentaba estar totalmente tranquilo, por lo que decidió dar el primer paso.
Blandió el jamonero como si fuese una catana, pero no era una espada samurái que cortase el viento así que no partió a Carlos por la mitad, solamente le hizo un profundo corte en el costado. Alba vio su oportunidad y la aprovechó, abalanzándose sobre Borja y clavándole el cuchillo en el cuello; pero no pudo evitar el duro golpe de rodillo en la cabeza.
En diez segundos, los tres atracadores estaban en el suelo, cogiéndose de sus heridas y sangrando profusamente.
Alba se reía como si le acabaran de explicar la broma más graciosa del mundo.
—Verás la cara de quien tenga que fregar esta cocina.