Fuera de Concurso
El Aprendiz del Arquitecto por Disney
El archipiélago de Khoroshiyrebenok era un lugar único en el mundo. Cada otoño las islas se hundían algunos metros en el mar, sumergiéndose sus playas y valles, para levantarse luego en el inicio de la primavera. Durante estos seis meses, la pesca era la única forma de alimentar a los pueblos, y curiosas náyades navegaban durante las islas cuando estas se hundían, haciendo travesuras a los isleños. Así hubo un oficio ancestral que era aún más reverenciado que el del propio cacique de los pueblos: el arquitecto. Responsable de diseñar los altos puentes que conectaban las colinas e islas colindantes o las casas sostenidas sobre grandes pilares de piedra en los valles más bajos.
Varick era un joven aprendiz de arquitecto. De joven una náyade llamada Sylvie le había salvado de ahogarse al caer de un puente, y como pago, hubo de llevarle un pan cada día. Varick comprendió entonces lo importante en ayudar al prójimo, y no había oficio más importante para ello que el del arquitecto.
La tradición exigía que un arquitecto siempre tuviera dos aprendices, pero sólo uno tuviera la responsabilidad de enseñar. El arquitecto maestro, se llamaba Meyer. Varick era el segundo aprendiz, Zelig era el futuro profesor. Varick nunca había logrado trabar amistad con su compañero, Zelig nunca había manifestado el mismo amor por el oficio. Cada vez que Zelig se retrasaba en sus entregas o cometía errores a los ojos de Meyer, él saboteaba los trabajos de Varick, para que la culpa siempre fuese compartida, el reproche siempre llegara a dos aprendices y no sólo a uno. Así Varick y Zelig crecieron distanciados, pero eso no desanimó al joven para ayudar al pueblo, siempre acompañado de su vieja amiga, Sylvie, que llegaba con el otoño al pueblo.
El otoño de sus diecinueve fue cuando Meyer puso a prueba el primer diseño de Varick. Un pequeño torreón para observar el oleaje. Durante seis meses de marea alta, el maestro alentaba a su aprendiz, que dedicaba todos sus días y hasta algunas de las noches a la tarea. En los seis meses siguientes, los peones construían y Varick, moviendo piedras con ellos, supervisaba.
El torreón estaba sobre la colina más alta de la isla. Varick observaba feliz desde la cima del mismo. Se sonrió, pensando en Sylvie y el resto de las náyades, descubriendo este año el gran torreón que adornaría el pueblo. Zelig le llamó al atardecer, desde la base del torreón.
—Varick, te buscaba. ¿Por qué sigues ahí arriba?
—Estoy esperando a ver a las Náyades llegar. Quiero verles sorprendidas.
—Haces bien. Espero que disfrutes esa vista… mientras dure.
Varick conocía el tono del aprendiz, pero ni él imaginó sus intenciones. Con magia de las náyades en un talismán, Zelig conjuró al agua que devorara la tierra bajo el torreón. Comenzó a reír, mientras Varick le observaba preocupado desde las almenas.
—¡Sólo yo, Varick! ¡Sólo necesitamos un arquitecto!
La magia liberó una cascada que arrancó el torreón de su base, arrastrándolo hacia el mar. Varick intentó afianzarse, pero rodó por el suelo, chocando segundos antes de que el torreón se sumergiera en el mar. Cerró los ojos.
Varick flotaba sumergido, mientras el torreón seguía hundiéndose debajo de él. No tenía la fuerza para nadar.
Dos manos cálidas le tomaron las suyas, elevándole a la superficie.
—Aguanta, Varick. No dejaré que el mar te lleve. Prepararás el pan.
Sylvie arrastró a Varick por la orilla. Bajando por la colina, cuchillo en una mano y medallón en la otra, Zelig descendía con los ojos llenos de ira. Sylvie le observó con asco, mientras Varick se recuperaba con dificultad. Oyó a Sylvie en el lenguaje de las náyades. Mientras Zelig saltaba con el cuchillo, el medallón brilló. Látigos de agua brotaron del mar, inmovilizándole en el aire, ahogando sus gritos en una burbuja de agua.
—El mar reclama a los traidores de nuestra amistad —concluyó Sylvie sin mirarle. El mar tragó a Zelig, ahogando el último grito del aprendiz. Varick observó en silencio el lugar donde Zelig se había hundido y Sylvie le consoló. Él respiró con fuerza.
Debían contarle al pueblo lo que Zelig había hecho. Ahora sólo había un aprendiz de arquitecto en Khoroshiyrebenok.
Condición
Un cuento para niños con moraleja (al estilo de los hermanos Grimm)