1/8 de Final F1
Inés Rosales vs EchoChamber con la condición * “El relato debe encuadrarse dentro del género realismo mágico”.
En Panamá sí
En la Ciudad de Panamá no es fácil conseguir que se hable de dinero con alguien que se identifica como periodista, pero si alguien podía conseguirlo era la incisiva Ann Shepherd. Así que cuando llegó a manos del director del periódico la exclusiva que daría lugar a lo que se vino en llamar como Papeles de Panamá, no tuvo ninguna duda en enviar a su reportera estrella en búsqueda de la noticia.
Ella era una periodista de la vieja escuela y le gustaba empezar las cosas por el principio. En cuanto bajó del avión en el aeropuerto de Panamá cogió un taxi que le dejó a las puertas de la sede del bufete Mossack Fonseca.
—Buenas tardes, señorita. Soy la periodista Ann Shepherd, del Pittsburgh Objective. Me gustaría poder hablar con los señores Mossack o Fonseca.
—¿Tiene usted cita? No me suena haber leído su nombre en la agenda de hoy. Si no es así, le ruego que llame al director de comunicación.
—Señorita, créame que los señores socios querrán haber hablado conmigo. Se va a publicar algo muy importante sobre el bufete y me gustaría poder contar su versión.
—Sí, bueno, eso dicen todos los que quieren hablar con los jefes. Déjeme sus datos y ya le avisaremos.
Poco convencida de que este primer intento le fuera a llevar a alguna parte, se fue al hotel. El vuelo no había sido largo, pero necesitaba reflexionar sobre sus siguientes movimientos y no hay nada mejor que descabezar una siestecita para ordenar los pensamientos. Cuando despertó comprobó que su teléfono no había sonado. No hacía falta desesperar, tenía algunos contactos de la última vez que vino a Panamá y probó a tocar algunas teclas. Se acordó del sargento Miranda, un oficial de Chiriquí, un departamento cercano a la frontera con Costa Rica, que le había ayudado mucho investigando los orígenes de las caravanas de migrantes.
—No sé si te acordarás de mí, Miranda —dijo, con esa timidez que solo sabe fingir quien no es tímido en absoluto.
—¿Cómo olvidarme de ti, mi pay americana? No me suele pasar a menudo pasarme una semana recorriendo la selva en un jeep con la única compañía de una güerita. ¿Cómo es que me llamas?
—Pues verás… estoy investigando una trama de evasión de impuestos. Hay un bufete panameño que está blanqueando dinero de todo el mundo utilizando testaferros.
—Ah, ya. Pues yo de esto no sé, mi pay, yo soy un policía de pueblo. Aquí vemos cosas más mundanas: robos, contrabando, algún asesinato ocasional…
—Lo sé, lo sé. Mira, me acerco a tu pueblo y nos vemos. Lo único que tengo que hacer en la Ciudad de Panamá es esperar una llamada. ¿En Chiriquí hay 4G?
—Si sigues ofendiéndome no te voy a recibir.
Tras tres veces más de lo que tardó en llegar desde Pittsburgh a Panamá, Ann se plantó en Chiriquí. Al llegar a la comisaría notó algunos cambios. El primero, el despacho que ocupaba su contacto.
—Así que ya eres comisario.
—Aquí se dice comisionado, Anita.
—Tanto da. Ya me gustabas antes, pero con galones me estás empezando a gustar más —y le cogió de la mano camino del pub más cercano—. ¿Aquí qué bebéis? ¿Ron?
Ann había pasado el largo viaje en autobús estudiando los documentos filtrados. La trama utilizaba las firmas de personas fallecidas para complicar la investigación de las cuentas. Cuando Miranda examinó el dossier que Ann le mostraba fue tajante:
—Por aquí no hay caso.
—Pero Miranda, los muertos no pueden firmar contratos.
—En Panamá sí. Déjame que te muestre. ¡Pancho! —llamó al camarero—, ¿cuándo naciste?
—Oficial, ¿la gringa sabe? —repuso Pancho.
—No, pero nos conviene que sepa.
—En 1902.
—¡Imposible! ¡Pero si no aparentas más de treinta! —y el camarero se alejó riendo.
—Desde que se construyó el Canal en este país la gente solo muere de vieja oficialmente. Cuando cumplimos noventa años el contador se pone a cero y se nos asigna una nueva identidad. Las firmas son auténticas. Ann, este es el secreto nacional de Panamá. Pensábamos que había líneas rojas; Mossack Fonseca las ha cruzado y caerá, pero antes hay que inventar una historia alternativa. Tendrás que mentir.