Ronda de repesca
HIELO POR SIEMPRE
Un portal de color amarillento se abre enmedio de un gran paisaje arenoso, en una zona cercana a la playa: dos personas, un hombre y una mujer, salen de él llevando en brazos a alguien herido, con manchas de sangre en manos y frente, faltándole parte del cráneo y un ojo.
—Dejádme, dejádme en el…
Respetando la última voluntad del fallecido, el hombre y la mujer dejan al cadaver de su compañero en el suelo, mirándolo con tristeza: a fin de cuentas, para John y Yanet, su maestro les enseñó todo lo que pudo enseñarles sobre la vida mas allá de lo mundano.
—Solo espero que Jack no nos haya encontrado.
Para desgracia de Yanet, otro portal, esta vez de color anaranjado, se abre algo más apartado de su posición, saliendo de él una figura álta, afroamericana, con heridas en el vientre y un brazo menos, teniendo un muñón cauterizado de manera terrible.
—De todos los lugares en el espacio y el tiempo, habéis huido hasta aquí. Una túmba tan patética como vosotros.
—Jack, escúchanos, no fuimos quienes empezamos ésta maldita guerra.
Jack observa a John y a Yanet, quienes lucen en las solapas de sus trajes el emblema que su fallecido maestro lucía en su chaqueta, el emblema de un arbol rojo, y con su brazo derecho lanza una serie de rayos que fallan su objetivo, gracias a las defensas de Yanet, quien canaliza la energía de los rayos para lanzar una ola de cemento que deja a Jack inmovil de cintura para abajo, atrapado en un sólido bloque.
—¡Malditos hijos de puta, deberían haberos matado por traidores!
John se acerca a Jack y usando una carta del tarot colocándosela en la frente, provoca que Jack conozca toda la verdad sobre lo ocurrido: la traición del Cónclave de Magos, las falsas acusaciones al maestro de Jack y Yanet, la batalla en la Capilla… y la posterior fuga por las heridas sufridas de su maestro, heridas tristemente mortales para John y Yanet.
—Te engañaron, Jack, como a otros como Martina, o a Shirley, o a George… Sólo para matar a quienes les estorbaban en su nuevo orden existencial. Mírate, estás hecho mierda.
—Entónces… ¿Josh Rowling no tenía todas las esferas como decía el Cónclave?
Yanet mueve sus manos formando una extraña pantalla, donde se ven esferas de poder, cada una representando un elemento o fuerza viva del planeta.
—Él únicamente tenía una, la del Espacio, que sólo él sabía dónde está. El resto están desaparecidas por todos los planos existentes de la Creación. Nosotros nos dedicabamos a recorrer lugares siguiendo sus pistas.
Yanet deja de mover sus manos y la imagen desaparece.
—Al final murieron por nada, o mas bien por mentiras. Echaré de menos la sonrisa de Shirley, tenía siempre una sonrisa incluso en los peores días.
John sangra tambien, en su caso por la nariz, fruto del esfuerzo que para él es usar sus poderes para escarbar la tierra y poder enterrar el cadaver de Josh Rowling, su maestro, dándole un entierro mas o menos adecuado. Su anillo de curación en su mano izquierda emite un breve brillo y al pasarlo con su dedo por el orificio nasal por el cual sangraba, el rojo elemento vital deja de salir.
—Yanet, ¿Qué podemos hacer con Jack? No podemos dejarle aquí y mucho menos así, aunque los arqueólogos podrían fliparlo si le vieran así.
La amiga de John lo mira y deshace el hechizo que tenía a Jack con las piernas retenidas en cemento.
—Nos guste o no, le necesitamos para hacer una última cosa antes de irnos de éste lugar y de este tiempo. Es una lástima no poder quedarnos antes de que se congele.
—Cierto, la Antártida era un paraíso antes de convertirse en un gran polo blanco inhabitable varios millones de años después. ¿Necesitas ayuda, Jack?
—Me necesitáis, ¿No? Hagamos eso y nos piramos de éste sitio.
Finalmente, los trés magos juntan sus manos, murmuran unas palabras en la tumba de Josh Rowling, desapareciendo de la Antártida. De la tumba de Rowling, el hielo aparece poco a poco, cubriendo el continente.