Ronda previa
Grupo C: Un relato donde el protagonista supere una adversidad que debe ser presentada en el primer párrafo
SUPERACIÓN
Harry está tumbado en la cama, teniendo en su boca la sensación de despertar de un largo sueño. Lo último que recuerda es tener los músculos entumecidos de sus brazos y sus piernas antes de caerse al suelo y perder el conocimiento ante su esposa, su hijo… y sus amigos, asustándose al verle desplomarse de esa manera, ya que nunca antes Harry había sufrido algo así.
—Hola, Harry.
La voz que suena en la habitación es una voz conocida y bastante familiar. De hecho, hacia años que no la oía.
—¿Padre? ¿Eres tú, padre?
—Levántate, hijo mío. Aún tienes mucho por vivir.
Una luz ilumina brevemente la habitación permitiendo a Harry ver a una figura sentada en una silla vestida con un traje que él mismo llegó a ver en varios almacenes y armarios que su padre tenía por todas partes, trajes que él llegó a ponerse cuando su padre no miraba y que en su ausencia, llegó a tenerlos como propios… hasta que la luz se apaga, dejando de nuevo a Harry en la oscuridad de su habitación.
—¡Me dejaste solo, me abandonaste!
—Tuve que hacerlo, Harry, no tuve elección. Levántate, hijo mio.
“Mis piernas, mis brazos… puedo sentirlos”, piensa Harry, que mueve su pierna derecha, colocando su pie derecho en el suelo, y después, poco a poco, su pierna izquierda.
—Eso es, hijo mío. Lo estas haciendo muy bien.
Con no poco esfuerzo, Harry logra ponerse en pie, quedándose erguido tras un amago de caida.
—No te veo, padre. ¿Dónde estás?
—Sigue mi voz, hijo mío, camina hacia mí.
Dubitativo, Harry comienza a mover las piernas con torpeza, cayéndose al suelo.
—Levántate, Harry. Puedes hacerlo.
Oyendo la voz de su padre, Harry vuelve a levantarse y a erguirse, dispuesto a caminar hacia él… o a donde se encuentre.
—No veo nada, padre. Si al menos tuviera una luz…
Una luz verdosa, y dos luces verdosas más se encienden a modo de linternas, marcando a Harry el camino hacia una silla, viéndose una figura adulta sentada en ella.
—Ven conmigo, Harry. Ven a mí.
Harry da un paso, luego otro… hasta que vuelve a caerse de nuevo, fruto del esfuerzo que para él supone volver a andar de nuevo.
—Eso es, hijo mío, puedes hacerlo.
—Padre, por favor, ayúdame.
De la silla solo se oye silencio.
—¡Ayúdame, te lo suplico!
De nuevo, silencio.
Llorándo, Harry se levanta y vuelve a andar, logrando llegar hasta la silla.
—Bien hecho, hijo mío. Estoy orgulloso de tí.
Las linternas verdes del suelo desaparecen y una luz cegadora ilumina la habitación, provocando que Harry se tape en un principio los ojos, hasta que una vez se han acostumbrado a la luz, dejar de tenerlos tapados. Frente a él, Harry tenía sentado en la silla a su padre, vestido con “ese” traje, ese que una vez él llevase después de que su padre desapareciese. Detras de él, trés figuras encapuchadas comienzan a arrodillarse en señal de respeto.
—Padre… eres tú, eres tú de verdad.
El padre de Harry se levanta de la silla, entregando a su hijo una gran bolsa que tenía al lado de la silla.
—Claro que sí, hijo mío. Has sido valiente, has superado tus miedos y has venido caminando hacia mi. Te he traido ésto.
Harry abre la gran bolsa y descubre que dentro hay un traje, un traje igual al que su padre lleva, con todo lo necesario: guantes, botas, cinturón… y máscara. Una máscara que evoca grandes pesares y temores a Harry.
—Ahora eres como yo, Harry, eres uno de la familia. Ya no eres ese niñato débil y timorato, ahora eres un hombre, un hombre que no tiene miedo a caminar en la oscuridad.
—Sí, padre, soy un hombre.
—Vístete, ahora ya eres merecedor del manto que yo he llevado y que ahora tu llevarás, mi legado.
Harry se viste, ajustándose el traje con los nervios de un chiquillo esperando enorgullecer a su padre ante una buena acción.
—¿Ahora soy de la familia?
—Sí, eres de la familia, eres un Osborn.
FIN.