Ronda previa
Grupo D: Un relato donde la ecología sea el tema central
El friki
Abascal dio un respingo y se llevó la mano a la cabeza, ahí había algo pegajoso y caliente, era su propia sangre. Miró alrededor buscando con qué le habían golpeado y lo encontró rápido, una lata. Se agachó a recogerla y comprobó que era de los años ochenta, concretamente del dos mil ochenta y ocho. La información de su visera Hal no dejaba lugar a dudas, marca Coca-Cola Barajas Adolfo Suarez. Movió la lata con curiosidad comprobando que aún tenía líquido. Coca-Cola quebró después del crac del 96 y con ella toda España.
De ese país solo quedaban cosas como su propio nombre. Su padre era un friki de todo lo que sonara a español. Abascal pensó que había tenido más suerte que su hermano, al que había llamado Torito Bravo.
Levantó la vista y ahí estaba su contacto. Una figura ataviada con ropas anchas y raídas de la que solo podían atisbarse los ojos.
—Tengo más como esa y alguna bandera del año tres mil uno.
Abascal miró al indígena con incredulidad. Pasó por alto la presentación violenta, ya que era casi imposible encontrar una bandera postconstitucional de esa época y le habló con condescendencia:
—Te puedo ofrecer por todo un par de litros de agua transgénica sin patógenos y un quilo de masa de insectos rica en proteínas.
El indígena soltó una carcajada. Abascal empezó a ponerse nervioso y su visera Hal reaccionó de inmediato regulando su temperatura corporal y su ritmo cardiaco. La temperatura en ese lugar era de cuarenta y cuatro grados centígrados.
—¿No creerás que soy estúpido? No soy un gris. Conozco a tu padre, íbamos juntos a la Universidad en El Dorado.
Abascal se sorprendió. Nadie de la Zona Segura estaría aquí. La Zona Gris era casi inhabitable. Aquí malvivían algunas tribus con temperaturas medias de cincuenta grados.
—Quiero volver. Esa es mi única exigencia.
Después de esas palabras el gris se sentó en la arena esperando una respuesta. Abascal buscó en la interfaz, recibiendo al instante en su visera un montón de imágenes y sonidos que resolvían sus preguntas. El desconocido resultó ser Abu Simbel, un eminente científico que ayudó a confinar permanentemente la Zona Segura y su capital El Dorado. Después se hizo activista pro derechos grises y quiso democratizar los recursos naturales. Un día, hacía décadas, desapareció sin más.
Abascal tragó saliva, sabía lo que tenía que hacer.
—Está bien. Mi padre acepta tu petición —mintió.
Los ojos de Abu brillaron mientras se empañaban de lágrimas, aunque rápidamente se evaporaron por el calor.
—Quiero que me des la ubicación exacta de los objetos, Abu.
—Enseguida.
Sacó un localizador y se lo acercó a Abascal.
—Mira, aquí está todo. No sabes lo que me ha costado reunirlos durante años. Los grises no tienen ni idea de lo que pueden valer estos objetos. Me equivoqué. No quieren cambiar el mundo. Se conforman con migajas, no les importa que el mundo vaya a desaparecer dentro de poco. Ni a tu padre, el jefe supremo, ni a nadie de este maldito mundo.
—¿Cuánto tiempo?
Abu miró a Abascal confuso.
—¿Cuánto tiempo falta para el colapso total del clima y los recursos? —Volvió a preguntar Abascal.
—Ah. Unos doscientos años, no más. El Dorado sigue explotando todo el planeta solo para unos pocos de miles de personas privilegiadas, como yo mismo hace tiempo. Pero ya estoy cansado y ahora sé que nadie va a cambiar nada. Solo quisiera poder volver a disfrutar de los placeres de El Dorado. Poder bañarme en una piscina, volver a comer carne y huevos. Pero sobre todo poder hablar con otros sobre libros o política. Tu padre es un buen conversador, en cambio los grises solo son unos paletos incapaces de hacer ni una revolución.
Abu ni siquiera pudo ver venir el golpe. Abascal le partió el cuello como si de un pollo se tratara. Recogió el localizador y lo guardó feliz pensando que en doscientos años ya estaría muerto y que sería él quien le entregaría todas esas mierdas frikis a su padre con los privilegios que eso le reportaría. Hal desinfectó sus manos y Abascal se marchó satisfecho en su pasaportodo hacia El Dorado.