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Grupo B: Un relato basado en una noticia de actualidad
Lo más alto
Todo el mundo conoce la genialidad de Andrea Jiménez, pero pocos conocen que su motivación comenzó con un chiste cuando era pequeña.
«Una cometa atrapa una niña…», fue lo que leyó uno de sus amigos, antes de poner el vídeo que acompañaba a la noticia.
«Hostia, casi sale volando», opinó otro, resumiendo la noticia a la perfección.
«Esa niña llegará alto en la vida» bromeó la que entonces era su mejor amiga.
Andrea permaneció en silencio ante tal revelación. Con diez años, era la más baja de todos los que conocía y sentía obsesión por ver el mundo desde una perspectiva más alta. En ese momento le pareció que construir una cometa gigante era el plan perfecto para conseguirlo.
Su motivación era la curiosidad y no porque tuviera un complejo, porque ser de corta estatura también tenía sus cosas buenas. En clase, por ejemplo, tenía la ventaja de que por mucho que hablara, tirara tizas al profesor o lanzara aviones de papel por la ventana —incluso después del incidente de Jimmy «el Tuerto», cuando este aún era conocido simplemente como Jimmy—, por muchas gamberradas que cometiera, tenía un perfil tan bajo que nunca la habían castigado.
Pasaron los años y la idea de la cometa quedó en un rincón de su cerebro, en la carpeta «Ideas de bombero propias de una niña». Había crecido, literalmente. Tras dar el estirón en la adolescencia le sacaba como mínimo un palmo de altura a sus amigos, pero no le parecía suficiente: seguía con ganas de llegar a lo más alto. Después de graduarse con la nota más alta de su promoción, consiguió un trabajo de oficina y no tardó en subir rápido en la jerarquía, sin que el techo de cristal pudiera contener su obsesión, hasta llegar al despacho más alto de la más alta planta del edificio más alto de la empresa, que no era la que había llegado a lo más alto en su sector, pero estaba cerca.
Sin embargo, nada de eso la llenaba. Volvió a considerar la idea infantil de volar con una cometa. Todos la tildaron de loca, pero ella no les hizo caso, confiaba en que tenía el suficiente genio para construir con éxito lo que necesitaba.
Debió hacerles caso. Tras zarandearse unos cinco segundos, cayó al suelo y se rompió ambas piernas de tal forma que quedó postrada en una silla de ruedas para el resto de su vida. No solo no había conseguido llegar a lo más alto, sino que su perspectiva había descendido.
Fue un gran revés en sus objetivos, pero Andrea no era de las que se rendían. Decidió que su trabajo ya no le aportaba nada y se despidió. Se volcó en la investigación, un terreno en el que empezó a progresar con rapidez y solo tardó un par de años en crear un nanofilamento que fue muy bien recibido en el ejército, en la NASA y en los sindicatos de asesinos. Pero no lo había diseñado para volver a cosechar el éxito en un nuevo sector laboral, sino porque estaba convencida de que el problema de su cometa estaba en el material usado; necesitaba algo más resistente y liviano.
Cuando volvió a construir la nueva cometa, tan grande que su descripción no cabe en esta narración, lo hizo en un hangar secreto porque no quería que nadie se interpusiera.
Se arrastró hasta el centro de la cometa, se ató minuciosamente y para el impulso inicial tuvo que utilizar la potencia de un camión controlado a distancia. El cable que unía cometa a vehículo se tensó y, poco a poco, Andrea empezó a elevarse. Y a elevarse y elevarse… Soltó el cable y siguió ascendiendo gracias a las corrientes de aire.
Y aún muchos años después, un objeto volador sigue surcando el cielo y puede verse con la luz de algunos atardeceres. Es ella, llegando a lo más alto en la vida… Bueno, en realidad fue su cadáver el que llegó a lo más alto, porque la hipoxia le produjo mal de alturas y se murió, pero ya me entendéis.