Ronda previa
Grupo A: Un relato de temática vampírica
Comida a domicilio
Dolores se despierta en plena oscuridad. Todo su piso esta preparado para que no pueda entrar el más mínimo rayo de luz, pero coge el móvil de la mesilla para ver la hora y estar segura de que es de noche. Se levanta con pereza de la cama y se da una ducha rápida para espabilarse, tiene que dejarlo todo arreglado antes de comer.
Lo primero es asegurarse de que las jaulas tengan agua y comida. El siguiente paso es realizar el streaming. Mientras juega a un videojuego que goza de popularidad entre sus seguidores, vestida como una vampira de una serie de animación de moda, no puede evitar sonreír ante lo irónico de la situación: Las mismas cámaras que acabaron con su antigua forma de cazar son las que ahora le permiten alimentarse con comodidad. Pretender ser una falsa vampira en Internet no solo le da acceso a victimas, si no que además le genera dinero para los gastos que una persona pueda tener, sea vampiro o no. Y disipa las sospechas sobre que sea una vampira de verdad.
Claro que ser popular en la red es solo el primer paso. No puede usar su correo electrónico o teléfono para atraer comida a casa. Esas cosas quedan registradas y pueden traerle problemas como alguien decida investigar las desapariciones. No, para eso están los eventos y quedadas que organiza para que la conozcan en persona. Todos nocturnos, por supuesto (algo que a los estúpidos de sus seguidores les encanta, ya que le hace verse mas implicada con «el modo de vida vampírico»). Ahí aprovecha para hablar con cualquier admirador que venga solo, sobre todo si parece reservado o introvertido; le dice lo bien que le ha caído y le da su dirección para continuar la conversación en su casa otro día. Y que por favor lo mantenga en secreto, ya que es un «personaje conocido» y quiere conservar su privacidad todo lo que pueda.
Tras hora y media, termina su streaming diciendo a sus seguidores lo mucho que agradece sus likes y comentarios. Realmente no sabe cuanto tiempo podrá aguantar esta farsa, pero mientras dure, podrá disfrutar de sangre humana cada dos o tres semanas, suficiente para no tener que recurrir a las ratas salvo caso de extrema necesidad. Se cambia de ropa: un pantalón de chándal y una camiseta holgada. Esta cansada de disfraces y de supuesta ropa de vampira, y necesita estar cómoda; a veces la comida le ofrece más resistencia de lo esperado.
El telefonillo suena un cuarto de hora antes de lo previsto, pero Dolores ya esta preparada. Al abrirle la puerta a su comida, nota algo extraño que la pone en alerta: su lenguaje corporal es distinto al del evento en el que le tendió la trampa. Le invita a pasar. Sus sospechas se confirman en seguida, ya que su invitado aprovecha el primer momento en el que le da la espalda para abalanzarse sobre ella, que lo agarra de un brazo y lo tira al suelo. Desde ahí, su invitado le bufa, dejando a la vista sus colmillos. Dolores le responde enseñándole los suyos. Esto sorprende a su invitado, que se relaja ante el descubrimiento.
—Vaya, no sabia que también fueses una vampiro. —dice, todavía tirado en el suelo, mientras se ríe de lo absurdo de la situación.
Dolores fuerza una sonrisa (algo a lo que esta ya demasiado acostumbrada) y le ofrece la mano para ayudarlo a levantarse, momento en el que saca su navaja del bolsillo del pantalón de chándal y se la clava profundamente en el corazón. Su invitado la mira con una expresión de aturdimiento, intentando en vano articular palabras mientras comienza lentamente a convertirse en cenizas.
—¿Qué te creías? ¿Qué los vampiros somo una hermandad? ¿Una gran familia? — dice fríamente mientras se guarda la navaja en el bolsillo—. Lo último que necesito es otro vampiro quitándome la comida.
Dolores coge escoba y recogedor y se pone a barrer la ceniza mientras suspira con resignación. Tendrá que seguir alimentándose de sangre de rata esta semana, pero al menos nadie investigara la desaparición de un vampiro, y eso le da tranquilidad.