CHIMICHANGAS
Peter había tenido un apacible vuelo, en parte por las ganas que tenía de estar de vacaciones unos días lejos de Nueva York, así que aceptó la invitación de un viejo amigo de pasar unos días con él en una cabaña que tenía en las afueras de Montreal. Tras pasar los controles de seguridad y recoger la maleta que trajo consigo, Peter sale del aeropuerto de Montreal respirando un aire más puro que el que puede haber en Nueva York, buscando a su amigo con la mirada… sin encontrarlo.
-No es propio de ti llegar tarde, el avión ha llegado puntual.
Pasados cinco minutos, un todoterreno de color verde oxidado llega a detenerse frente a Peter, conducido por su viejo amigo James, aunque a él prefiere que lo llamen “Logan”.
-Siento el retraso, “Petey”, pero me he entretenido por el camino.
Peter coloca la maleta en el maletero y después se sube al asiento de copiloto, abrochándose el cinturón tras sentarse.
-¿algún “Wéndigo”?
James sonríe y comienza a buscar alguna emisora musical en la radio del coche.
-No, una pandilla de críos con una camioneta estropeada. Tuve que ayudarles con el motor, lo tenían gripado.
-Bueno, mejor eso que un “Wéndigo”.
James mueve el coche para salir del aeropuerto de Montreal, permitiendo a Peter ver los enormes territorios que hay por el lugar sin edificar, todo naturaleza.
-Cuando hablabas de Canadá no mentías sobre lo verde y natural que era el país.
-Me gusta venir aquí cuando Nueva York me satura. No soporto esa urbe contaminada y llena de coches, no sé como lo aguantas, “Queens”.
-¿”Queens”?
James sonrie, como si hubiera hurgado en alguna herida.
-Eres de Queens, lo vi en la ficha, aunque recuerdo que alguna vez lo comentaste charlando.
James olfatea a Peter y nota un olor diferente al de otras veces.
-No hueles a flores salvajes del caribe, sino a naftalina. ¿ya no estás con tu pelirroja?
-Nos hemos dado un tiempo. ¿siempre olisqueas así a la gente?
-Solo a los amigos a los que invito a pasar las vacaciones, “Queens”.
Tras una hora y veinte minutos de carretera, El vehículo deja la carretera para recorrer un sendero sin asfaltar que al cabo de unos tres minutos, les lleva a una cabaña que por fuera esta bastante bien conservada, de madera noble y un porche acogedor para sentarse si se prefiere ver el bosque en todo su esplendor.
-Hemos llegado. ¿sientes la naturaleza? Esto es único.
Peter baja del vehículo y confirma lo que James dice: la naturaleza se siente por todos los poros del cuerpo. La sensación de estar en un lugar libre de contaminación, sin rascacielos, es lo que podría necesitar, evitando así la costumbre de “subirse por las paredes” que le hacía ir aceleradamente por Nueva York.
-Logan, ¿tienes comida en el frigorífico? La comida en el avión era de todo menos comes…
Peter no tiene tiempo de terminar su frase al ver una figura conocida y familiar dentro de la cabaña y no, no era James, ya que James estaba detrás de él.
-¡Sorpresa!
Varias cajas de confeti de colores estallan por todos lados poniendo el salón perdido, provocando el enfado de James.
-Wade, maldito hijo de…
-Esa lengua, James, tienes un invitado.
-Lo tengo, pero tú no lo eres. Sal de aquí cagando leches, Wade, no me hagas enfadar.
Wade Wilson, viejo compañero de fatigas de James y socio accidental de Peter en algún que otro chanchullo, se levanta del sofá y se acerca hacia la puerta, donde seguían estando el dueño de la cabaña y Peter.
-Vamos, “pitufo gruñón”, no te me enfades. Además, he traído algo para que no echarais mucho de menos Nueva York. Las he dejado en la mesa esa tan mona de roble que tienes para poner ahí los pies.
-¿que has traído “qué”?
Peter husmea, y a diferencia de James, sabe lo que huele:
-Chimichangas. Has venido aquí, sin avisarnos, forzando la puerta, para traer… ¿chimichangas?
-Una entrega especial para gente especial. Vamos, vamos, que se enfrían.
Un enfadado James y un cauteloso Peter entran al salón de la cabaña donde puede verse una bandeja con decenas de chimichangas preparadas para su degustacion, así como refrescos o cerveza.
-Has traído cerveza, Wade. ¿es tu buena acción del día?
-Bueno, ya sabes lo que se dice: si te vas a colar en la cabaña de alguien, has de hacerlo con clase. Siempre hay que comprar cerveza en lugar de sacar la del frigorífico, queda muy mal.
Peter duda en comer las chimichangas, pero por no hacer un feo, pilla una y la mastica, saboreando los ingredientes. Después de tragarla, hace a Wade la pregunta del millón:
-Dinos la verdad, Wade: ¿por qué nos estabas esperando?
Ante tamaña pregunta, el intruso solo tiene una respuesta… que no les va a gustar:
-La verdad es que si estoy aquí es por que me ofrecieron dinero por matar al pequeño canadiense, pero al estar tú con él, mis jefes se enteraron y me ofrecieron un plús por matarte a tí también. Entiéndelo, son negocios, no es nada personal.
-Entonces, las chimichangas…
Wade sonríe.
-Son muy buenas, me he comido unas cuantas, y él también las ha probado, aunque luego diga por ahí que no come estas cosas… pero bueno, él puede soportar lo que le echen y mas, ¿eh, James?
James está inconsciente en el sofá, con restos de chimichangas cayéndole por la boca, manchando su camiseta blanca y el suelo.
-Ah, ese pequeño canadiense… menudo despertar va a tener cuando se entere que he puesto un poco de laxante para caballos en algunas de las que se ha comido.
Peter, enfadado, trata de golpear en la cara a Wade, pero su brazo se siente pesado, lento, y no llega ni a rozarle la nariz.
-Oh, “Petey”, tranquilo, solo he puesto un anestésico muy potente en varias de las chimichangas menos potentes, esa úlcera hay que cuidarla. Te diré una cosa: por mucho que me pagasen por mataros… saco más dinero entregando a quien me pidió matarte a ti y al gruñón mas insoportable que jamás tendrás como anfitrión. No le digas lo que le ha pasado con algunos puros de su colección privada, ¿eh?
Peter cae al suelo, inconsciente, siendo levantado por Wade y colocado en un sofá, junto al también dormido James. Wade saca su Iphone12 y se pone entre los dos, diciendo:
-¡Chimichangas!
8 HORAS DESPUÉS
-Jean… Jean… no, eso no, delante de Scott no…
James balbucea una serie de palabras hasta que el ruido que se escucha de sus tripas le despierta de golpe, impulsándole repentinamente a buscar el cuarto de baño mas cercano. Por otro lado, Peter está en una hamaca, abrazado a un peluche en forma de muñeco de Monopoly al cual le falta un ojo. Al girarse bruscamente, Peter cae al suelo, golpeándose con la madera.
-Pero que…
Peter trata de concentrarse en cómo narices estaba dormido ahí, y abrazado a ese muñeco horroroso del cual no recuerda cómo ha llegado a sus manos, sin tener nada en la memoria, salvo un sabor horroroso a…
-Chimichangas. Maldito Wade Wilson, si le pillo…
Peter busca la bandeja donde había las chimichangas que trajo Wade, para deshacerse de ellas tirándolas a un triturador de basuras, y al pasar cerca del baño, el olor a podredumbre traspasaba la puerta. Ante el temor a problemas mas serios, Peter hace una pregunta sencilla:
-¿estas bien?
-¡NO ME PREGUNTES ESO!
El grito de su amigo, aderezado por un tremendo golpe en la puerta del baño, demuestran que no le está sentando nada bien la digestión de las chimichangas.
“Así, a la basura”, piensa Peter mientras ve como todas las chimichangas se deshacen en el triturador, del cual recoge el contenedor para así llevarlo a un cubo especializado en residuos orgánicos que hay algo más allá del porche. Al regresar, Peter nota por el olfato que su amigo aún sigue en el baño… y que no encuentra su maleta.
-La maleta. Espero que Wade…
Rápidamente, Peter sube por unas escaleras que dan a la planta de arriba de la cabaña, encontrando un cuarto de baño con ducha, un rincon para botellines de cerveza canadiense a tenor de las etiquetas, y dos habitaciones, siendo una de ellas donde no solo encuentra su maleta abierta, sino que encima encuentra en una cama varias decenas de calzoncillos a cual mas hortera, luciendo casi siempre en la zona central, la hoja de arce característica del país, junto a un post-it que dice así:
“ Querido Petey: si vas a pasar unos días en Canadá y quieres mojar el churro con una canadiense, olvídate de esos calzoncillitos blancos que te compra tu adorable tía y lleva unos calzoncillos de verdad, calzoncillos 100% canadienses (yo siempre los llevo, nunca fallan). Wade ”
Al rebuscar en la maleta, Peter suspira aliviado al encontrar, no solo su móvil, sino también su cámara de fotos digital, la cual se había traído para hacer fotos de los paisajes canadienses y quien sabe si vender alguna de las fotos al diario de toda la vida o quedarse alguna para el móvil.
“Menos mal que estáis aquí”, piensa Peter, que mira bien la habitación por si hubiera más notas o detalles de la presencia de Wade, sin encontrarlos, lo cual le hace a Peter respirar mas tranquilamente. Al bajar las escaleras, Peter sigue notando un terrible y nauseabundo hedor en sus fosas nasales, pero esta vez ve a su amigo de pie, con una expresión no muy agradable.
-¿quieres que traiga varios ambientadores de pino?
-Wade, maldito hijo de… le atraparé y le destriparé y me haré pasteles de carne con su cuerpo.
James esta tensó, lo cual es normal después de haber evacuado casi todo lo que le quedaba en los intestinos… y sobrevivir. Ahora mismo no está para sentarse… ni mucho menos.
-Mejor que no veas lo que me ha regalado Wade, de hecho, no me los pienso poner.
-¿poner?
Peter, con cara de resignación, le cuenta la noticia:
-Wade me ha dejado decenas de calzoncillos con la bandera del país y se ha llevado los que traía en la maleta.
James mira a Peter y le dice algo al oído:
-Wade siempre ha tenido mal gusto para todo, yo que tú los aprovecharía para hacerte un traje de esos.
-No, eso no. Ya fui una vez por ahí disfrazado del hombre con bolsa en la cabeza, solo me faltaría ir disfrazado del hombre de la hoja de arce.
James sonrie y dice:
-El Asombroso Arce-Man.
Peter, harto ya de hablar del tema, busca zanjarlo con su amigo:
-No, no lo digas, no sigas con eso.
James, ignorando a Peter, comienza a cantar una canción:
-Arce-Man, Arce-Man, aquí viene el gran Arce-Man. No es canadiense, es de Nueva York, pero eso no importa, no importa no. ¡Mirad! Aquí está Arce-Man.
-Oh, demonios. Malditas chimichangas…
Peter decide salir de la cabaña para ver el cielo estrellado, ya que entre el vuelo y las chimichangas, se había hecho de noche. Una estrella brilla con fuerza en el cielo, lo cual hace que Peter diga un nombre.
-Gwen.
Lágrimas comienzan a brotar al recordar a una chica que para él fue especial, un amor que al final terminó de las peores maneras posibles: asesinada a sangre fría delante de él, nada menos que por el padre del que fuese su mejor amigo. James se acerca a Peter y ve el brillo de sus ojos por sus lágrimas.
-¿tan mal he cantado?
-No, solo era… un recuerdo de alguien que ya no está.
-De esos he tenido muchos, y siempre me pasa lo mismo: miro al cielo, a la luna… y lloro recordando cada perdida. Eso me hace recordar que aunque sea el mejor en lo que haga… jamás podré ser mejor de lo que fui.
Peter nota un rugido en sus tripas y avisa a James:
-Voy al baño de arriba. Maldito Wade…
ESTA HISTORIA TIENE, POR SUPUESTO, UN… FIN .